domingo, 4 de enero de 2009

desarticulando un muñeco de goma

Desde aquel universo extraño dotado de almohadillas para el oído, cualquier siniestro de coche parecería una broma del mal gusto a no ser que el todopoderoso Frigidus bajara dispuesto a aniquilar unos cuantos pedazos de líquenes terrestres. Frigidus sentado en su enorme sofá disfrutaba de los infrigidos dolores de caballos amanerados, una de sus pasiones. Corría la luna mientras los astros menores aleteaban tras la cortina de estrellas que rodeaba la Vía Láctea; tras aquella apariencia tranquilizadora, los habitantes murrienses de lo que era el planeta Tierra dormitaban bajo sus secuoyas y almendros recién floridos, era primavera. La langosta rememoraba los antiguos cantares de dioses, mientras pajaros a graznidos caían en picado desde algún lugar del cielo. Lo que quedaba de la Tierra.

No hay comentarios: